Los mexicanos comen mal, muchos debido a carencias económicas, pero buena parte de ellos debido a que no saben cómo alimentarse sanamente. Por lo cual y de mantenerse la ingesta hipercalórica y la inactividad física actuales, a mediados del siglo XXI México tendrá una población envejecida y enferma.
A esos males se sumará un sistema de salud sobrepasado por la demanda, advirtieron Santiago Capraro, de la Facultad de Economía (FE), y Laura Antonieta Moreno Altamirano, Dewi Sharon Hernández Montoya y Guadalupe Soto Estrada, de Medicina (FM) de la UNAM.
Esos son los resultados de una investigación conjunta sobre diabetes, obesidad ypatrones de alimentación en territorio nacional. El acto formó parte de la primera sesión del Seminario de Actualización de Salud Pública, proyecto binacional México-Argentina iniciado en 2013, al que más tarde se incorporaría la Universidad Federico II, de Italia.
El trabajo desglosado incluye información comparativa, aunque sólo se abocaron al contexto socioeconómico de nuestro país y a su transición alimentaria, doble carga de malnutrición, cambios observados en el rubro de 1961 a 2009 y diabetes tipo 2, entre otros aspectos.
Entre sus campos de interés destacan el análisis de inequidades en la distribución de bienes sociales y el bienestar físico en diversos estratos, así como sus desigualdades evitables.
Con base en información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2012, se estableció que a la desnutrición calórico-proteica se le atribuyeron 7 mil 730 muertes, lo que representa el décimo lugar como causa general y equivale a 1.5% de las defunciones. En decesos en menores de un año, este factor se apuntó el noveno sitial, pues figuró en más de cuatro de cada 100.
Alimentación
Para abordar el consumo de kilocalorías por persona al día, los universitarios consideraron tres etapas: 1964-1974, 1975-1988 y 1989-2009; en todos los lapsos, los productos que más aportaron al rubro fueron el maíz, azúcar y trigo.
En el primer periodo cronológico, el frijol ocupaba el cuarto sitio con 5.8%, aunque en los siguientes fue desplazado por los aceites vegetales (utilizados para elaborar frituras sin valor nutrimental) con 7.3 y 8.2%, respectivamente.
Al desarrollar su pesquisa, los expertos observaron que los patrones tradicionales de alimentación tienden a desaparecer y que la yuxtaposición del sobrepeso-obesidad con desnutrición es reflejo de una ingesta excesiva de calorías y pobre de nutrimentos.
De hecho, la deglución de cereales, raíces, tubérculos y leguminosas disminuyó drásticamente y la de frutas y hortalizas apenas llegó a 4.6%, si bien la FAO recomienda un mínimo de 7%.
El aumento en el consumo de aceites vegetales y azúcares obedece, en gran medida, a los productos procesados y ultraprocesados de alta densidad energética, como bebidas carbonatadas con azúcar y empaquetados ricos en grasas y sal (cloruro y glutamato de sodio).
“Es más fácil conseguir alimento chatarra que saludable, la comida rápida se abarata mientras las frutas y verduras se encarecen y en muchas comunidades es más fácil beber refresco que agua. Todo ese deterioro alimentario ha repercutido en la salud, nutrición, desarrollo intelectual y social en el país”, alertaron.
A este escenario se aúna la inactividad física y el sedentarismo preponderantes, pues más de la mitad de los mexicanos no hace ejercicio y nuestros niños son los que más televisión ven en el mundo (cuatro horas y media diarias, en promedio).
De proseguir la tendencia, a mediados de siglo el país tendrá una población envejecida y enferma, con una demanda médica incosteable, subrayaron.
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